martes, 21 de junio de 2011

Textos de media Noche

Hubo un momento en el que miré a mí alrededor y me percaté del paisaje de árboles quebrados y negrecidos por la ceniza del fuego. Vi el cielo perdiendo su color y las aves calvas de sus plumas, entonces observé que la demencia había hecho tanto de las suyas y  ya no podía soportarlo.

El momento en el que contemplé toda línea de mi horizonte, el instante en el que decidí arreglar y escapar hasta el lugar donde la demencia no me encontrase, fue el más espontáneo, excitante y el más decisivo lapso de mi sueño, en el cual ni por curiosidad ansiosa del más inquieto niño explorador, ni por más atracción del metal a un imán, de ningún modo quise regresar. El momento centrado, fuerte y concreto surgió de aquella sintonía del amanecer sereno que un día como aquel, brilló delante de mis ojos y me hizo ver el camino escondido que se hallaba entre el ramaje enredado, seco y caído por la tormentosa presencia de la ya reconocida oscuridad.

Remontado a un específico día, aquel que siempre comienza con el mismo espejismo, anclado en la transición abstracta y fantasiosa del mundo normal, el sueño de almohadas duras y frías, en el que de repente un inesperado momento y; como agua en sublimación, todo cambió.

Y fue entonces, que caminando pausado y con mirada pensativa, desprovisto de alguna impresión por el llano de paisaje terrenal del inconsciente, iba distraído, reconfortado por el paisaje, más sin embargo es aquí donde me olvido de que se repite la misma dirección una vez más…

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